Abstenerse.
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Tu olor me embriaga. Me deja con los sentidos aturdidos. Tus
manos me rozan en sitios prohibidos. Nada de esto puede salir de aquí.
Tus dedos rozan mi cintura mientras se deslizan lentamente
hacia mi pecho. Una lentitud tortuosa que me provoca escalofríos por todo el
cuerpo. Cuando me rozas las clavículas te acercas un poco más a mí. Tus labios
me rozan las comisuras de los míos. Abro los ojos después de un suspiro. Me
miras. Sonríes. Te relames. Tus manos me rozan los brazos hasta aprisionar mis
muñecas. No dejas de mirarme y sabes que eso me vuelve loca. Levantas mis
muñecas por encima de mi cabeza. Sabes que en tu despacho no tienes nada para
atarme, pero una simple orden y sabrás que no la incumpliré.
“No bajes las manos” – susurras en mi oído. Tus manos viajan
por mis caderas a voluntad. Cada milímetro es un estremecimiento en mi espina
dorsal. Me levantas la falda lentamente mientras te arrodillas. La tentación de bajar las manos y apoyarlas
en tu cabeza cada vez es más grande, pero me has dicho que no lo haga, y debo
hacerte caso, no quiero que me vuelvas a azotar.
"Ah..."